Cazando nubes en la reserva San Sebastián la Castellana

Subimos por la ruta que del parque de Envigado conduce a las montañas del Valle de Aburrá para llegar a la reserva San Sebastián la Castellana después de aproximadamente 15 minutos de subida por una estrecha carretera. 

​Observamos con interés los puentes colgantes que cruzan la carretera para ayudar a los animales silvestres a transitar sin ser arroyados.

DAE (Daniel Restrepo) nuestro guía de montaña ese día, un veterinario que ha dedicado su vida a la protección de la fauna silvestre, nos esperaba para comenzar nuestra travesía por la reserva. 

​Iniciamos la caminata en lo que queda de un bosque de pinos y sentimos el acolchado en el suelo de los montones de acículas, nombre que se le da en botánica a las hojas de las coniferas por su forma de aguja.

El deseo de ver crecer madera rápido, incentivó la siembra de estos ejemplares del norte de América, usurpando el espacio del bosque nativo en busca de rendimientos económicos.

Mas adelante, vimos aparecer el chusque (Chusquea scandes) una especie de bambú nativo de las montañas andinas, los cucharos (Myrsine guianensis) y muchas melastomatáceas que nos contaron de la importancia de la biodiversidad y la diferencia en el bosque húmedo montano alto de las laderas del valle de Aburrá.

​Juan David el guardabosques nos saludó y nos contó que está reserva va desde los 2500  a los 2950 msnm, que hace parte del municipio del Retiro pero que linda con Envigado y que más adelante y si tenemos ganas de caminar el camino nos puede llevar a la Fe o al Retiro.
Observamos un bosque bien conservado: orquídeas, aráceas, ciclantáceas y otras familias botánicas nos acompañaron con el colorido de sus flores.

"Perfil de montaña. Niebla, vapor de agua, aunque hoy me ocultes el horizonte, mañana te veré fluir en forma de río y me llevarás a conocer paisajes aún más lejanos. Hasta que nos encontremos otra vez en otras formas, mutantes. "

​Observamos aves, dialogamos sobre la importancia de reconocer nuestro territorio y disfrutamos de la observación de la naturaleza, sin otro fin que el de reconocer, admirar y respetar. No hay que saber mucho para llenarse de bosque. 

​​La neblina estaba espesa ese día. No pudimos admirar la ciudad ni logramos ver el nevado del Ruiz. Comprobamos como esa materia: blanca, transparente, intangible, rodea todo llenándolo del líquido que nos permite estar vivos, EL AGUA.
Ningún mamífero, apareció. Nos tienen miedo a nosotros con nuestros artefactos de ruedas, a nosotros que todo lo tenemos que entender, a nosotros que no podemos simplemente ser parte de algo más grande porque nuestro ego muchas veces nos lo impide.

Este tipo de actividades nos vuelven más humildes, nos enseñan que estamos íntimamente conectados con la naturaleza y así, quizás algún día, tendremos una relación más profunda y directa con el helecho, la bromelia, el olinguito, el jaguarundi o el puercoespín.

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