Medellín vista desde arriba, una visita al cinturón verde en la comuna 8

Este título podría llevarte literalmente a  cualquier lugar en el valle de Aburrá, pero hay un rinconcito en la comuna 8 (Villa Hermosa) donde se hizo realidad hace unos pocos años el plan maestro del cinturón verde de Medellín, un proyecto que pretende desde su objetivo “consolidar un territorio ordenado, equilibrado y equitativo en la zona de encuentro entre lo urbano y lo rural …” hoy en día y con ayuda de los guías de la Corporación Parque Arvi puedes recorrerlo con un guía y si estás con suerte y te toca la compañía de un joven filosofo por naturaleza de la comunidad de Llanaditas,  la conversación te puede llevar mucho más  alto y profundo de lo que vas a recorrer con tus pies en un solo día, que es bastante.

 Nosotros comenzamos el recorrido a las 7 de la mañana tomando un bus desde Niquitao hasta Golondrinas, allí conocimos uno de los últimos Ecoparques terminados. Al llegar, reconocí por todos lados los Noros (Byrsonima crassifolia) árboles piroresistentes que ya me habían presentado antes en las laderas del occidente de Antioquia en mi viaje hacia el pueblo de Horizontes (no hay nada más emocionante que reconocer un árbol que ya nombraste y es familiar para ti, es como afianzar los lazos de amistad con el bosque). Junto al Noro, en el jardín circunvalar hay una estrategia de integración con otras plantas piroresistentes como el fique, que también hace parte de un proyecto productivo llamado Asfacom: Asociación de Fiqueros y Artesanos de la Cabuya de la comuna 8 del municipio de Medellín, que permite integrar la restauración ecológica con elementos productivos para el aprovechamiento de los recursos forestales en zonas vulnerables, sobretodo cuando este tipo de proyectos está planteado dentro de  las dinámicas de una ciudad tan compleja como la nuestra. 

 El cinturón verde no es otra cosa que un viaje para comprobar cómo nos recuperamos. Una caminata de 7 horas nos llevó por caminos, ecoparques, barrios y huertas, donde los jóvenes empezaron a pintar los muros con mensajes de esperanzas y las mujeres, como Blanca, trabajan todos los días recordando el campo que dejaron atrás al ser desplazadas y que ahora reviven en las huertas comunitarias.  Fue una caminata llena de paisajes de ciudad, de jardines y de campo. Llegamos a la cima, para comernos un desayuno cargado, con arepa de maíz recién molido,  de la mano de una mujer que vive sola en esa altura y se sostiene vendiendo comida recién hecha a los caminantes del cerro. ​

​Yo, digo que Medellín y Colombia entera, por mucho tiempo ha estado enferma y en esta ciudad, empezamos a curarnos con 3 elementos: la naturaleza, el deporte y la cultura.

El descenso fue duro para las rodillas pero el ascenso debe ser bueno para el corazón. Más de 2000 escalones separan los barrios de la zona rural y una serie de caminos ancestrales, rutas para bicicleta y parques con canchas sintéticas llenos de niños jugando conforman el entramado de lo que con infraestructura se puede ir logrando para la construcción de paz. Sin embargo, en el encuentro con la gente de los barrios y recorriendo los senderos angostos construidos de manera caótica por las personas que durante décadas han buscado espacios para asentarse dentro de este Valle, me pregunto ¿qué tal ha sido la apropiación real de las comunidades frente a este tipo de megaproyectos? ¿en realidad si han servido para generar un cambio importante en su calidad de vida? Buscando en internet me encontré un video que muestra las incertidumbres de los habitantes antes de construirlo ¿qué habrá sucedido en estos 4 años? Quizás al preguntar, me encuentre con muchas respuestas, pero como viajera desprevenida, me alegra ver que en mi ciudad pasan cosas positivas, en los barrios donde vive tanta gente buena.

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