El comienzo de la minería de niquel en Planeta Rica Córdoba y las reflexiones sobre «el buen vivir».

Sobre los paisajes de esta tierra, se extienden diversas miradas. Las sensibilidades humanas son dispares y están ligadas a los intereses individuales, a los conocimientos, a las experiencias de vida. ¿Qué relata hacia el interior la voz muda de los ojos de un geólogo, un campesino, un ganadero, un comerciante, un político, un ambientalista o la de un caminante? ¿Que ha impulsado los pasos a través de las tierras ocultas de la sabana cordobesa? 

La impermanencia en el bosque seco trópical.

Allá, donde la planicie se inclina suavemente en la serranía de San Jerónimo formando voluptuosidades cambiantes. Bosques de hojas que caen y suelos que crujen en el tiempo seco, contrastan sus colores con los paraísos verdes de aguas que fluyen por la roca negra de hierro y níquel en el invierno. Es este fenómeno del cambio y la impermanencia el que caracteriza al frágil bosque seco tropical. 

Ipecacuanha y Níquel

En este lugar habitan los hijos de los raicilleros que llegaron a estas tierras en busca de la ipecacuanha. En esta serranía comenzó otra historia hace más de 40 años. El sueño de los “gringos” que con su mirada científica bautizaron montañas y plantaron la semilla de la minería en este lugar.

Por la carretera rojiza, rizada y llena de cráteres, se llega a conocer la vida lenta de los caseríos donde todavía se ven los ranchos de palma amarga. Lugar al que llegan, cuando cae la tarde, los  viejos campesinos sabaneros. Se quitan las abarcas y el sombrero concho, sin saber que quizás sean ellos la última generación en irse a la cama con los pies puestos sobre la tierra, después de cultivar el ñame, el maíz , el arroz, el plátano, la calabaza, la yuca o la escasa batata.

La música está encendida y en los billares suenan corridos que hablan de machos que no le temen a la muerte y se escuchan sin cesar, al lado de vallenatos que poco se parecen ya, a esos viejos  cantos de vaquería que fueron la inspiración musical de los juglares. El maestro Durán le cantó a la vida dulce y simple del campo, al trasegar del ganado  o de un bus que se va con la mujer amada. En estas tierras se siguen tejiendo historias, algunas de ellas ya no tan nuevas, que enlutan la vida que sigue siendo simple, pero cargada de miedo y que resignifican hasta los actos más sencillos del cotidiano. – Hace tanto tiempo no se hace por aquí un fandango – Dice el señor Faustino, con la mirada envejecida y cansada. Recuerda con nostalgia la música de la orquesta con sus metales y sus vientos. Música que resonaba por más de 10 horas. Recuerda a Zoila, la mujer más bella, con un ramillete de velas encendidas en las manos. Todavía, siente el silencio perdido de un pueblo sin luz. El silencio se rompía. La celebración era mestiza y al ritmo del fandango, que ya poco tiene en común con el aire español que lo engendro y mucho menos con los corridos de machos sin miedo.

Las historias pasadas, de estas regiones tan apartadas y olvidadas en la memoria de un país que tiene su corazón y su racionalidad en otros centros, están a punto de morir con los viejos. Las noticias hablan desde hace algún tiempo, muy largo ya: de muerte, amenazas y de minería, que trae promesas de prosperidad, a unos pueblos que recién se están levantando, sin muchas ganas.

Historias emocionantes resurgen de vez en cuando y Planeta Rica, aparece en los titulares, como la ciudad con el mejor yogurt del mundo, o con una yuca gigante que participará en los guinness records. La vida continúa mientras los caballos llenan los tambucos con el agua limpia del Pital.

Queremos darle voz y relatar la vida de los humanos anfibios, que habitan a la sombras de los montes que les dio por crecen en tierra “valiosa”. Contrastar miradas y caminar territorios en metamorfosis, que un día son bosque grande y arroyo dulce y al otro árida cantera. Queremos indagar que dice la voz muda de las miradas a un paisaje cambiante. Nos preguntamos cómo es el dialogo interno del geólogo, del campesino, del ganadero, del comerciante, del político, del ambientalista y del caminante. Que les dice el canto de los pájaros, el sonido intenso de los insectos, el viento que pasa por las hojas de los árboles, la mirada inquieta de los monos desde lo alto y las rocas negras, rojas y verdes, que salieron del mar y por choque de placas llegaron a la cima de estas pequeñas montañas, que con la fuerza de máquinas gigantes, se convertirán de nuevo en sabana

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