Puerto Frasquillo, un lugar en Tierralta

No sabes en que forma los lugares te van a habitar, ni los materiales, formas o espacios que tendrán en tus recuerdos. Así es como  empezó a vivir en mi, Puerto Frasquillo, un lugar en Tierralta

Tierralta se me insinuó mucho antes de habitarme. Llegué allí, en un viaje de pre-producción de una ruta que Puente Consultorías realizaría por el río Sínu, desde la tapa de la represa de Urrá hasta su desembocadura en San Bernardo del viento, como parte de la experiencia  “El viaje es el Método”. Tierralta aparece incluso mucho antes de este viaje en mi cabeza. Tengo un recuerdo de estar en el Museo de Arte Moderno de Medellín, para el 2011 quizás y viene a mi memoria una exhibición sobre los conflictos territoriales de la zona de inundación de la represa de Urrá. Para ese entonces, Tierralta, los Embera Katios y Urrá eran solo conceptos, información sin contexto para mí.  

El paisaje que 2 años después sería cotidiano, apenas se dibujaba en ese primer viaje. La sabana de Córdoba, se convertía en piedemonte en la vía que del casco Urbano conduce a Puerto Frasquillo. Hicimos un alto para tomar un café y sentir el paisaje, fresco bajo los árboles de yarumo, plataneras y cacaos. Tierralta y valencia son la despensa de córdoba con sus fértiles  tierras de inundación, que podemos ver en algunos giros de la carretera. 

Puerto Frasquillo, un lugar que encontramos a 40 minutos aproximadamente de Tierralta, nos recibió con una música que agrada a los Embera, una mezcla, que creo, es una clase de  cumbia, con los sonidos fuertes y vibrantes de la percusión metálica y con un ritmo más rápido y alegre. 

Hicimos este recorrido con alguien conocido, así nos lo recomendaron. Nuestro paso por el puerto, fue corto, de miradas esquivas. Quisimos bajar un poco la tensión, comprando algunas boletas para participar en la adquisición de la pesca del día: algunos bocachicos y bagres, una pesca insuficiente, que no sería buen negocio vender al detal. Los nombres y números los escribían un hombre adulto, con mirada, que intuyo experta, pero no puedo descifrar muy bien en que áreas, delgado y de baja estatura y una mujer joven y morena que llevaban el producto exhibido en una bandeja. Una cartulina con buena caligrafía y márgenes que soportaran claramente la sistematización,  servían de soporte para la improvisada actividad. 

Los sentidos estaban altamente estimulados y era fácil distraerse, para una persona como yo, de cualquier fin concreto. Ventorrillos de misceláneas, algunos árboles, los letreros de las tiendas en varios colores, los trajes de los Embera, la reja que separaba el puerto de la gran represa que para ese momento no estábamos autorizadas a cruzar. Una mujer adulta, se acerca y me extiende una invitación a su resguardo. A pesar de su timidez, intercambiamos algunas pocas palabras y nos sonreímos. 

La gente pasa rápido , los Jhonson llegan y se van. Nos ofrecen carne de monte y organizamos la logística para una lancha que Olga necesitará en el viaje. 

Caminamos con paso lento, mirada gacha, y escuchando la voz baja de nuestro acompañante que nos informa de las transacciones del día en ese puerto, mientras caminamos alrededor de la forma de U que tiene este lugar.

Entramos por inercia a un almacén agropecuario. Me encantan estos lugares en el caribe. Es allí, donde además de las plazas que cada vez son más pocas, donde todavía se encuentran artefactos de fibras, paja, algunas artesanías y las bien elaboradas fundas de machete ituangueñas, hechas en un lugar que geográficamente esta conectado de formas muy particulares con este puerto. Decoramos nuestras cabezas con sombreros de concha de jobo, una pieza sencilla, económica y muy bella, que usan los campesinos para proteger sus cabezas del sol. 

Hoy estoy leyendo lecciones de estoicismo y aprendo que nada de lo que hay afuera o adentro  de este cuerpo que habito esta en mi control. Epicteto, reflexionaba hace 2 milenios, que lo único que podíamos hacer era juzgar lo que sucedía y de estos juicios se desprenderían futuras emociones, decisiones y visiones. El día que Tierralta se me insinuó, lo juzgué y ese juicio hizo que dos años después regresara pero con la ilusión del control. ¿Qué podemos controlar? Solo nuestros juicios, dicen los estoicos. Me gusta ese pensamiento, pero eso apenas lo estoy aprendiendo hace unos pocos días y a hoy, Tierralta ya me habita con sus múltiples formas.

Ahora bien, Epicteto no vivió en Tierralta, ¿le hace justicia entonces, la siguiente reflexión, a un lugar con tantas cargas históricas? 

El hombre no está tan preocupado por los problemas reales sino por la ansiedad que imagina generan esos problemas […] El hombre no se perturba por las cosas, sino por la opinión que tiene de estas […] Los acontecimientos no le lastiman, pero la percepción de ellos sí”
Epicteto

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