Ecomanglar un ejemplo de turismo comunitario en el pacífico colombiano

Llegar a Ecomanglar es un reto y necesitaras organizar bien la logística, pero la experiencia es tan significativa y emocionante que definitivamente vale la pena y estoy segura que apoyando este tipo de iniciativas y cambiando nuestras elecciones a la hora de viajar, estaremos haciendo un aporte real al desarrollo sostenible y la paz que tanto deseamos para nuestro mágico y casi siempre complejo país
Bahía Málaga es un paraíso perdido en la mitad del Pacifico Vallecaucano, pero hace 10 años llego al ojo público cuando se pretendía realizar un puerto de aguas profundas  en esta zona que presenta características excepcionales para dicho fin. La discusión felizmente termino en la consolidación del PNN Uramba Bahía Málaga  una zona de 47.094 hectáreas protegidas donde desde agosto del 2010 las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) pueden parir con tranquilidad. 

Pero mucho antes de este acontecimiento, desde el 2005, en una pequeña isla al fondo de la bahía, donde el agua es tan tranquila que parece una laguna de agua salada, Santiago Valencia, un joven líder y su comunidad, están apostándole al turismo comunitario ecológico y sostenible en este pequeño rincón, uno de los más húmedos y biodiversos del planeta. 

Llegamos motivados por la idea de convocar a colombianos y extranjeros a visitar este lugar, donde la gente es sencilla pero llena de poesía. El día que llegamos la tarde era como un óleo: violetas, azules, naranjados, amarillos, grises y blancos se fundían con el verde y naranja de los acantilados y se reflejaban en el mar. Pasamos cerca de la base militar, el único parche de cemento y metal a la vista, Santiago nos cuenta que ese lugar es una gran ciudad en medio de la selva.

"Ella fue la primera que me hablo de todas las especies que vería y comería durante mi viaje: el bagre, el ñato, el alguacil, la canchimala, el barbinche, la pelada.   "

Al caer la noche llegamos a La Plata, el pequeño pueblo de  casas donde nacieron Santiago, Miller, Etelvina, Oibar y todos los Amigos de Ecomanglar. El puerto es sencillo y hecho a mano con fibra de vidrio, llegamos directamente al restaurante y salón de recepción, la gente nos saluda muy emotiva y vemos a varios hombres y mujeres pasar de prisa hacia el muelle con palos, linternas, mallas y otras herramientas, Santiago nos explica que van a poner las trampas nocturnas, con anzuelo o con red de ojo grande para buscar aquí y allá los peces de baba o de escama como me explicaba la señora Remberta Banguera en el bus camino a Buenaventura, mientras maravillada escuchaba a un médico naturista vender libros de plantas medicinales. Ella fue la primera que me hablo de todas las especies que vería y comería durante mi viaje: el bagre, el ñato, el alguacil, la canchimala, el barbinche, la pelada.  

Etelvina nos lleva a nuestra habitación, caminamos por la playa que es un mezcla de rocas multicolor , arena negra como la piel de sus habitantes y conchas blancas de  Zangara y Piagua moluscos que son la base de la alimentación de la comunidad. La casa – hotel donde nos alojamos está hecha a la manera tradicional, con grandes vigas de madera y sin mucha decoración, se funde perfectamente con la selva circundante, dos camarotes una mesita de noche, varias piezas para compartir y unos baños comunes muy limpios y blancos son lo básico y necesario para tener confort durante las noches que íbamos a pasar en esta localidad. 

 

Los colchones son muy cómodos y las sabanas de algodón muy confortables, cada una tiene mosquitero y a pesar de que no hay luz después de las 10 de la noche, extrañamente no fue necesaria, incluso tuve que utilizar una pequeña cobijita que llevaba para el bus. El mosquitero tampoco fue necesario, no había plaga y nuestras noches allí fueron más que placenteras, la tranquilidad y el silencio no tienen precio.
Doña Maria Lopez, sería la encargada de nuestra comida. En Ecomanglar, las actividades se turnan y todos deben ayudar. La comida es típica y muy bien servida, pescados, patacones, ensaladas, pianguas y deliciosas limonadas son parte del menú. Esta comunidad ha estado formándose durante más de 10 años para demostrar que aunque el proceso sea lento, las comunidades pueden prestar servicios turísticos de calidad dentro de sus territorios sin perder su identidad.
Estás personas y sus ancestros han vivido por varios siglos, alejados de todo el “desarrollo” occidental, con creatividad y mucho trabajo, han logrado coexistir con la selva
 “Largo es el viaje que emprende el negro para poblar los confines de los ríos del Pacífico, pero poca es la literatura que documenta esta historia, quizá porque este poblamiento no se realizó con la racionalidad destructiva y violenta de las culturas andinas.”  

A las 11 de la noche, subimos a una barca, remo en mano y con la oscuridad de la falta de la luz eléctrica, sentimos como  nuestro camino era iluminado por el plancton bioluminicente, los remos parecían dejar una estela de estrellas a nuestro alrededor. Paramos en una de las islas de mangle vecinas y desde allí nadamos para jugar a que nuestro cuerpo estaba cargado de estrellas y a que nos veíamos como seres de luz. 

Al siguiente día luego de una caminata corta por el pueblo, entré al colegio y compartí con los jóvenes que estaban recibiendo clase de inglés, les dije que si bien es importante un segundo idioma, nuestra tarea real, es enseñarles español a los visitantes extranjeros, enseñarles currulao y marimba, enseñarles a coger la piangua, a mover los remos y a respetar la selva, el inglés es una herramienta para traerlos a descubrir nuestro mundo.

Luego de un delicioso desayuno partimos a explorar el manglar nos perdimos en las bifurcaciones de los esteros y nos envolvió el mangle rojo, el blanco, el nato,  las bromelias y los árboles del bosque húmedo tropical. Cangrejos y aves se atravesaron en nuestro camino haciéndonos sentir como en una película que nunca habíamos visto, el mangle aquí es gigante, es un bosque que pinta 3 líneas horizontales bien definidas, el agua, el pantano sobre las raíces curvilíneas del mangle que nos habla de las variaciones de la puja y la quiebra  el fenómeno maravilloso de las mareas y el color del tronco tan bueno y resistente para hacer construcciones, pero que su uso está restringido incluso para los nativos de los manglares. 

Pasamos por las casas aisladas de los mayores que decidieron dejar la pequeña comunidad para ir a vivir con su soledad o tal vez con un perro, unas matas de yuca unas de plátano y el extenso manglar. Saludamos a Andrés Gonzales, vemos en su barca al señor Restituto Manyoma y un poco más adelante le grita Santiago desde la lancha a Zacarias Gamboa quien a lo lejos y sentado en su palafito de madera mueve su mano en respuesta.
Luego de 30 minutos de viaje, llegamos al sendero, que el grupo Ecomanglar ha construido en medio de la espesa selva con recursos del PNUD, GEF Y PPD, allí el agua dulce toca el mar y durante siglos, ha labrado la piedra creando 3 piscinas naturales de agua fresca que el visitante puede disfrutar.
Muy cerca de ese lugar encontramos un naidizal llenito de frutos listos para coger, en la noche y con la guía de Etelvina, hicimos jugo de leche de naidí y lo compartimos hablando de los muchos beneficios de está palma tan popular por estos días en todo el mundo fitness, más conocida como asaí

​Luego nos dirigimos rápidamente hacia otro lugar, pero antes pasamos por una pequeña isla, donde Santiago le pide a Oibar que se detenga para el bajar unos cocos y nos explica que su abuelo sembró esas palmas, por eso él está autorizado a coger este alimento. Tomamos el agua de los cocos y comemos su carne todavía blanda y ante nuestros ojos se abre el más impresionante espectáculo, dos cascadas de más de 100 metros cayendo al mar desde la espesa selva, esto es sobrecogedor e impresionante. Nos bañamos en la piscina natural y agradecemos a la vida la oportunidad de sentir la inmensa fuerza del agua cayendo para dejar de ser y  volver a empezar en el eterno círculo de la vida. 

Terminamos el día haciendo una actividad con los niños en La Plata, cogemos conchitas y las partimos para hacer collares y cortinas, nos relajamos en la playa pantanosa y nos reunimos a sacar las conclusiones de la jornada y me pregunto ¿cómo verán los niños este increíble paraíso solitario? ¿cómo será crecer rodeado de agua y selva? Saludamos a lo lejos a las mujeres piangüeras, que lavan su ropa pantanosa después de un rato de trabajo aprovechando la marea baja que deja ver las pianguas en las raíces del manglar.  El día estuvo bueno, sacaron 25 docenas del molusco, algunas para comer otras para vender, el mercado está bueno en Ecuador y después de unos cuantos intermediarios es posible que si viajas a quito termines comiendo piangua de La Plata. En la mañana ya había visto salir muy temprano a esta hermosa mujer morena, Zuley Valencia, con su impermeable amarillo y sus botas de caucho, salió temprano a ver que había quedado atrapado entre las redes y en la tarde la veo volver a llegar con su canasta rellenita de pianguas y admiro su cotidiano de mareas, redes, moluscos, naturaleza y peces. 

Esa noche nos quedamos hasta tarde y Santiago nos ofrece un traguito de viche, un licor muy fuerte que es la base del Arrechón, la bebida típica de la zona. Vamos a dormir cansadas pero felices y al día siguiente salimos temprano para emprender la segunda parte del viaje en La Bocana el balneario más cerca de Buenaventura donde también se está gestando un desarrollo de ecoturismo comunitario con los amigos de Herencia Ambiental.

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